REGRESAMOS A LAS PIRÁMIDES DE SEGONZANO Y NOS DESPEDIMOS DE LÉVICO

31 de julio, sábado

Itinerario: Caldonazo-Segonzano-Levico-Caldonazo
Km:67
Pernocta: Aparcamiento de autocaravanas en lago Caldonazo. 6 €

Noche fresca. La mañana se presenta con un cielo azul y una luz de lujo, pero inmediatamente nos planteamos qué hacer hasta la hora en que se celebrara el concierto de final de curso, que posiblemente fuera por la tarde, si no ya a la noche. Demasiado tiempo para estar aquí, o en el lago leyendo. Por otro lado este aparcamiento no tiene sombra por lo que permanecer dentro de la auto sin el enfriador no sería posible.

A las 10,15 tomamos la decisión de partir hacia las chimeneas de las hadas en SEgonzano. La primera vez Angel se quedó con las ganas de subir al 2º y 3º grupo. Luego, bajariamos por el Val di Pine. Pero cuando llevábamos hechos 20 kilómetros recibimos una llamada de Raul que nos dice que el concierto será a las 15 horas. Vaya, si llego a saberlo antes nos habíamos ido con una silla y un libro al borde del lago a pasar la mañana. Pero ya era demasiado tarde para esto, así que a las 11,30 estábamos justo donde comenzamos nuestra ruta por las Dolomitas 10 días atrás. Justo en el mismo punto. Guiños del destino.

Así, comenzamos la ascensión al 2º grupo en pronunciada pendiente, pero por un camino mejor que el que se dirige al primero. La temperatura era muy inferior a la primera vez, pero los nueve últimos días andando, si bien me habían  fortalecido, también lo era que me estaban pasando factura. No se deja de ascender en ningún momento, pero el espectáculo merece la pena y decididamente las vistas de estos grupos de chimeneas son infinitamente mejores que desde el primer grupo. En realidad, solo hay dos y el camino que lleva al primer grupo llega realmente a un mirador desde donde observar estas chimeneas a unos 300 metros de distancia, mientras que desde aquí, el segundo grupo, se ven a escasos metros y las vistas son inmejorables. Solo cuando se contempla detenidamente estas curiosas formas se es realmente consciente de lo caprichosa y casi perfecta que puede ser la naturaleza.

El tercer grupo es otro distinto, pero no es tan bueno como los definidos como primeros, y la ascensión supone tan solo 15 minutos más.


Descendimos rapidamente, aunque mis rodillas ya no son las que eran y algo se resentían, y pusimos rumbo a Levico. Las gasolineras, al ser sábado y a las 13,15, únicamente admitían pago automático, con tarjeta o en efectivo. Menos mal que nos ayudó una señora de un bar abierto comprobando que no éramos los únicos que solicitábamos ayuda para pagar.

En Levico, nuestro problema era ahora encontrar sombra ya que al no funcionar el enfriador, no podíamos dejar a Tula una o dos horas dentro. Pero tuvimos suerte y encontramos todo un gran arbol que nos aseguraba sombra por varias horas para nosotros solos. Y digo suerte porque aparcar en este pueblo se hace algo difícil: la mayoría de los estacionamientos limitan el tiempo y descuidarse un poco puede significar meterse por calles estrechas y en pendiente.

Comimos aprovechando la sombra y nos dirigimos al Hotel Acler (Vía Monseñor Caproni, cerca del cruce con Viale Roma). Aquí, durante los últimos 10 días del mes de julio se imparte el curso y todos los días hay conciertos en el propio hotel, o en otros lugares públicos o privados. Pero realmente por toda la ciudad se anuncian conciertos diversos.

Media hora después empezaron a aparecer los músicos afinando y “calentando” y aquello se convirtió en una “jaula de grillos” con todo tipo de ruidos disonantes e instrumentos, que dado mi analfabetismo musical, ni sabía nombrar. Iban ,venían y se movían tocando. Yo estaba sorprendida por todo aquel jaleo y de que fueran capaces de concentrarse cada uno en su propio instrumento. Descubrí un mundo en aquel pequeño recinto del hotel.




Escuchamos a algunos realmente buenos hasta que le llegó el turno a Raúl y su profesor que lo “bordaron”  (esta afirmación supongo que contiene algo de “amor de madre”) tocando una pieza compuesta por ellos. Francamente bien. ¡dos guitarras eléctricas en medio de aquel arsenal de instrumentos de música clásica!. Nos comentaron después que tras el primer concierto que dieron, sorprendieron a más de uno y cuando se anunciaba otro iba mucha gente a escuchar. En otras ocasiones había tocado con instrumentos típicos de música clásica siendo una experiencia curiosa y positiva, aunque a Raul lo que le sorprendía es que no fueran capaces o les resultara muy complicado  tocar un instrumento sin tener delante una partitura. Este año han conseguido hacerse un hueco y  será el comienzo de algo novedoso y positivo, aunque creo que su asentamiento costará algo más.


Tras dejar a Raul en la pensión, nosotros fuimos a recoger a Tula y luego en busca de un cajero. Aprovechamos para atravesar el parque de Levico, que parece más un jardín botánico por la variedad de árboles, algunos exóticos y de gran porte, y luego paseamos por su calle principal, llena de tiendas y de gente tomando helados o refrescos. Y por supuesto que nos tomamos el que sería ya el último delicioso helado italiano de estas vacaciones y regresamos a Caldonazo donde encontramos hoy más autocaravanas que ayer.

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